En las organizaciones podemos adoptar una gestión reactiva o una gestión proactiva a la hora de solucionar los problemas que surgen. Esta es la diferencia entre trabajar “apagando fuegos” o trabajar de manera eficiente y conseguir resultados eficaces.
Cuando adoptamos una gestión reactiva los problemas no suelen analizarse en profundidad, ya que urge tomar una decisión y adoptar una medida para resolverlo. El resultado muchas veces es que, con el paso del tiempo, vuelve a surgir el problema u otros derivados de éste, por lo que avanzamos poco. Esta forma de pensar y actuar nos lleva a saltar automáticamente a una solución que puede suponer un grado bajo de eficacia y un gasto de recursos adicional.
En cambio, cuando adoptamos un enfoque proactivo para la solución de los problemas, nos centramos en analizar detalladamente el problema (dónde, cuándo, quién, cómo, etc.) antes de imaginarnos por qué ha surgido y proponer una solución.
El análisis previo de un problema es un paso fundamental para poder analizar las causas que lo han provocado y desarrollar soluciones eficaces optimizando nuestros recursos. En muchas ocasiones, los responsables y directivos no llegan a analizar el problema con la suficiente intensidad hasta que ocurre un desastre, ya sea de forma instantánea o por la falta de reacción ante problemas menores que han acabado ocasionando un problema mayor.
La solución de problemas es la base del crecimiento de cualquier organización, por lo que hoy en día se hace más necesario que nunca.
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